La impermanencia
Al comenzar a leer hay una intención de entender este texto, un interés por el tema, la atención puesta en la pantalla,…
Todos estos procesos, decaerán; pasarás a hacer otra cosa distinta en algún momento. Así, cada momento es frágil y si nos aferramos a ellos sufriremos.
Aunque no me etiqueto bajo ninguna religión, cuando hace años ya andaba buscando en los entresijos de la mente, el sufrimiento y el bienestar de las personas, quise saber más sobre el budismo. Comencé a leer sobre esto con el interés, no de pertenecer a una u otra religión, pero sí con la intención de entender ciertas cosas desde otra perspectiva. Ahí me encontré con el término “impermanencia”.
Toda existencia está sujeta a cambios, y esto es así para las circunstancias, las relaciones, el cuerpo, los procesos mentales,…Sin embargo, las esperanzas y las expectativas que ponemos sobre algo o alguien, nos aferra a que eso sea para siempre así. Creamos de manera artificial un “lugar estable” en el cuál nos sentimos seguros pensando que no habrá cambios, que podremos predecir lo que ocurre, en definitiva nos apegamos a la permanencia, a lo no-cambiante, a que las cosas sean como queremos que sean, como nuestras expectativas nos predicen,…
Pero cuando la realidad nos muestra que esto no es así: que las relaciones cambian o se terminan, que nuestro cuerpo se modifica con el paso de los años, que el lugar donde vivimos cambia,…aparece el sufrimiento.
Este sufrimiento podemos empezar a trabajarlo, por ejemplo, pensando en esto: en cómo a veces nos aferramos a las personas, cosas o circunstancias. También observando a nuestro alrededor, a nosotros mismos, nuestros pensamientos, nuestros cuerpos, a los demás, las personas que ya no están; observar cuidadosamente y tomar consciencia de que todo es diferente. Es cuando aceptamos esto, cuando abrazamos la impermanencia y nos liberamos del sufrimiento.
A través de la práctica del mindfulness, la observación con la aceptación, podemos también experimentarla.